Contaban las antiguas biografias promocionales de Billy Bao que un ciudadano nigeriano llamado William llegó desde su Lagos natal al barrio de San Francisco en Bilbao (tradicional barrio con una alta tasa de inmigrantes, y por tanto estigmatizado y abandonado por las instituciones) obsesionado con combatir un sistema podrido y alienante. Allí descubrió el punk y se unió a tres musicos vascos de noise dando forma a Billy Bao.
En realidad, detrás de esta chusca historia (estamos aproximadamente seguros de que el tal William no existe y seguramente equivocados al pensar que el nombre de la banda sirve de homenaje en realidad a Okoro Bao, un sonriente nigeriano que se solía (¿suele?) sacar unas monedas cantando en la calle Bidebarrieta (¿o era Posta?)) se esconde la combativa mente creativa de Mattin, errático bilbaino que pronto llegará probablemente al centenar de artefactos musicales editados en diferentes formaciones, formatos y continentes. Le sirve quizá Billy Bao a Mattin para reflejar su interés por la música Nigeriana, pero esto representa sólo una ínfima parte de su discografía. Grabaciones de campo, silencio, collage sonoro, mucha política y mucho ruido son los ingredientes principales en la obra de este tipo al que pomposamente podríamos tildar de infatigable guerrillero underground.
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